27 de enero de 2016

El Museo del Prado presenta el retrato de Don Pedro de Alcántara, IX duque de Osuna.

Realizado por Goya, lo exhibirá el Museo hasta el próximo 24 de abril, gracias a la colaboración de la Frick Collection de Nueva York, propietaria de la obra.



La obra está tradicionalmente fechada en torno a 1798 pero su reciente limpieza, llevada a cabo en el Metropolitan Museum de Nueva York, ha puesto de manifiesto una riqueza de la técnica y colorido que la situarían en un período más tardío, incluso después de la muerte de don Pedro en 1807.
 Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco, IX duque de Osuna (1755-1807) fue uno de los primeros y más eminentes patronos de Goya desde mediados del decenio de 1780. Después de su muerte, el artista trabajaría para su mujer y sus hijos hasta 1817.

Se trata de "un retrato íntimo", en el que también el duque "demuestra su estatus apoyándose en el bastón de mando", una forma de decir que "él era el heredero y que tendría el poder de la milicia". Por último, Mena ha destacado que la obra se enmarca "dentro de un contexto grandísimo histórico y social que tiene Goya en el Museo del Prado".
 Aunque la moda que viste es de fines del decenio de 1790, la tonalidad oscura y la ejecución de la casaca o de las manos acercan su realización a los tiempos de la guerra de la Independencia Española, hipótesis que se ve refrendada por la ausencia de la obra en los registros de la casa de Osuna donde se anotaron las compras efectuadas a finales del siglo XVIII, pero sí figura en la venta de la colección Osuna en 1896, y es posible que fuera el retrato que se cita en un inventario de la misma de hacia 1834 como un cuadro al óleo "de medio cuerpo del duque de Osuna, abuelo".

  Así, en este retrato el duque parece exhibir su personalidad "sensible y entusiasta" que hizo de él una figura popular entre los intelectuales de su época. Las medidas de la obra, similares a las del retrato de la duquesa de 1786 (colección Marita March), así como la posición del duque y la dirección de su mirada, podrían sugerir que Goya lo pintó probablemente a partir de una miniatura y para que fuera utilizado como pareja de la dama.
 Desde el Museo han asegurado que estos hechos parecen evidenciar que la obra fue encargada en un período agitado, tal vez cuando, tras la muerte del duque y ante la invasión francesa, la familia Osuna se trasladó a Cádiz.

Retrato de los duques de Osuna y sus hijos.
   El Prado conserva varias obras pintadas por Goya para los Osuna como el retrato de la familia al completo realizado en 1785. Obra de gran virtuosismo en la linea contenida de Goya. La familia y el amor maternal se refuerzan en el siglo XVIII, pero en esta obra aparece claramente expresado lo que socialmente se esperaba de ellos y ellas: el carácter protector del padre queda señalado en la relación que establece con los cuerpos de su esposa y de sus hijas. Las niñas vestidas como la madre buscan y reciben protección. Los niños aunque más pequeños, se mantiene autónomos, con juguetes que emulan futuros profesionales.

También el de la marquesa de Santa Cruz (1805) y el de la duquesa de Abrantes (1816), así como el especial 'Vuelo de brujas', uno de los "asuntos de brujas" de la serie que Goya vendió al duque en 1798.

La marquesa de Santa Cruz



El retrato de Joaquina Téllez-Girón y Pimentel (1784-1851), segunda hija de los novenos duques de Osuna y, por su matrimonio con José Gabriel de Silva y Walstein en 1801, X Marquesa de Santa Cruz, fue una de las mujeres más admiradas en su tiempo por su belleza, según las referencias contemporáneas, y amiga de poetas y literatos. Goya la había conocido de niña y había sido retratada ya por él, junto con el resto de su familia, en el Retrato de los duques de Osuna y sus hijos.

 La materia pictórica está aplicada aquí en algunas zonas en gruesos empastes, como en la gasa blanca del vestido,  allí donde la iluminación es más fuerte, o en la corona de hojas de vid y racimos de uvas y en la frente de la dama. En otros lugares Goya ha utilizado, sin embargo, pinceladas cortas, delicadas y sutiles, que contienen una gran variedad de tonos, como en el rostro o en la mano derecha, elaborados con minuciosidad. Las pinceladas largas, ligeras, para las que el artista ha disuelto los pigmentos en el óleo, casi a modo de acuarelas, están reservadas para los carmines, púrpuras y malvas del diván y del cortinaje del fondo, que por su función y naturaleza están hábilmente elaborados de forma más sumaria.
Los ricos empastes, la ligereza de las pinceladas y la variedad de toques, no deben, desviar al espectador por su efectismo deslumbrante de la esencia del arte de Goya, que reside por encima de todo en su magistral sencillez y veracidad, que se manifiesta aquí de forma clara gracias al buen estado de conservación de la obra.
En este retrato, en el que Goya va más allá del arte de su tiempo y rompe, voluntariamente, con el Neoclasicismo imperante, entrado de lleno en los nuevos modelos franceses surgidos tras la Revolución.

La duquesa de Abrantes.

Doña Manuela Isidra Téllez-Girón y Alonso de Pimentel (1793-1838) fue la hija menor de los duques de Osuna  y hermana de la marquesa de Santa Cruz, retratada asimismo por Goya. En 1813 casó con don Ángel María de Carvajal y Fernández de Córdoba y Gonzaga (1793-1839), futuro VIII duque de Abrantes (1816). Como el resto de sus hermanos recibió de su familia una educación ilustrada y entre sus aficiones estaba la música y el canto, como revela Goya en su retrato por medio de la partitura musical. Fue el último retrato que pintó Goya de una dama de la aristocracia, que en este caso fue pagado por la madre, la duquesa de Osuna, que siempre había protegido al artista .

Los duques de Osuna eran, junto con los de Alba, de las familias más importantes de la época. El matrimonio Osuna por sus riquezas, su inquietud intelectual y su mecenazgo con acreditados artistas, son  de los más significativos personajes. Contagiados por el espíritu de la Ilustración, se comprometieron con instituciones, con una voluntad reformista como la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid. A pesar de la resistencia a dar entrada a las mujeres, su constancia reivindicativa acabó por dar resultado en 1787, en que se crea la Junta de Damas De Honor y Mérito, presidida por la duquesa. Esta Junta desarrolló una importante labor para fomentar la educación femenina y mejorar las condiciones de vida de las cárceles de mujeres. las primeras campañas de vacunación y, en general lo que podríamos llamar políticas y sociales, especialmente para las mujeres y la infancia.

www.museodelprado.es









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