28 de octubre de 2013

300 años de la RAE a través de obras de arte y documentos en la BIBLIOTECA NACIONAL

La exposición "La Lengua y la palabra".



Junto con Acción Cultural Española (AC/E) y con la Biblioteca Nacional de España, la RAE organiza esta exposición que recorre a través de obras de arte, esculturas, cuadros, manuscritos y diccionarios, la historia de la Real Academia Española y las figuras más importantes que han formado parte de ella.
La Real Academia Española celebra el tricentenario de su creación, que tuvo lugar en 1713 a iniciativa del marqués de Villena, Juan Manuel Fernández Pacheco. Aunque realmente, fue un año después cuando Felipe V aprobó oficialmente la creación de la Academia bajo su protección. 

Todo empezó, como he dicho, en 1713, “con una tertulia de ocho académicos valientes” que se dieron cuenta de que España no tenía un diccionario a la altura de los de otros países europeos y pidieron protección al Rey para hacerlo. Así comenzó la labor de la RAE.

De acuerdo con sus estatutos, la RAE está compuesta por académicos de número (46 en total), elegidos de por vida por el resto de los académicos y se les conoce como Inmortales . Cada académico tiene un sillón asignado a su persona, y distinguido con una letra del alfabeto (tanto mayúsculas, como minúsculas). No se puede elegir un nuevo académico para un sillón hasta que no hayan pasado seis meses desde el fallecimiento del anterior ocupante; académicos correspondientes españoles (hasta un máximo de 60), elegidos en sesión plenaria siguiendo el mismo procedimiento que para la elección de académicos de número,  se  les permite participar en las reuniones del Pleno académico relacionadas con materias literarias o lingüísticas; académicos correspondientes extranjeros, académicos de número de las academias americanas (que por derecho son académicos correspondientes) y académicos honorarios

La sede está en la calle Felipe IV, junto al museo del Prado. En la fotografía  un antiguo perchero de los académicos.



La muestra, divida en siete bloques relacionados entre sí, ordenados cronológicamente, comienza con el inicio del lenguaje: pizarras visigóticas y tablillas cuneiformes, y termina con el mundo digital y cibernético del siglo XXI, pasando por la Ilustración, la invasión napoleónica,  la independencia de los virreinatos americanos y  llega al siglo XX, el del surgimiento de las repúblicas americanas. Se produjo entonces la ruptura política pero no la de la lengua española.



Estos son los siete bloques: 

1. La lengua y el habla. Del sonido a la voz y la letra. 
2. La creación de la Real Academia y la Ilustración. 
3. Guerra y revolución: 1808-1812. 
4. España en el siglo XIX. 
5. España y América. La lengua que nos une. 
6. Entre siglos. Un agitado siglo XX. La lengua como ciencia. 
7. Revolución cognitiva y tecnológica. El paso al siglo XXI. 
                            


El visitante podrá ver los seis volúmenes del «Diccionario de Autoridades» (1713-1739). La primera edición de la «Orthographia española» (1741). La primera edición de la «Gramática de la lengua castellana» (1771). Los compendios de gramática, adaptados a la Enseñanza Media. Los epítomes y prontuarios, preparados para las escuelas públicas. La primera edición del «Diccionario de la lengua castellana», (1780), antecedente del DRAE. Reimpresiones. Ediciones. Los catálogos. El «Diccionario histórico». Y, así, hasta llegar al «Diccionario panhispánico de dudas» (2005), la «Ortografía de la lengua española» (2010), con la versión básica (2012), en forma bolsillo, y escolar, en forma cartilla (2013). La «Gramática de la lengua española» (2009-2011). Con el Manual (2010), en forma volumen, y el modelo básico (2011), en forma bolsillo. Obras, estas, panhispánicas. Son resultado de la labor y coordinación de las veintidós academias de la lengua española, que hay en el mundo.


                              
Entre las obras destaca un cuadro de la famosa Generación del 98 que el autor, Ignacio Zuloaga tituló  Mis Amigos.


 En el gigantesco dibujo de 2,5 m de alto por 3 m de ancho , Zuloaga quiso reunir en un mismo cuadro, en el que invirtió dieciséis años sin conseguir terminarlo, a algunas de sus amistades del mundo intelectual y artístico de la primera mitad el siglo XX. En concreto, delante de la Visión del Apocalipsis (1608-1614) de El Greco, que pertenecía a Zuloaga, se muestran catorce figuras:  prosistas como Unamuno, Valle Inclán, Pío Baroja,  poetas como Juan Ramón Jiménez o Rainer María Rilke, filósofos como José Ortega y Gasset, médicos como Gregorio Marañón, toreros como Pablo Belmonte, músicos como Manuel de Falla y el propio Zuluaga.

También el retrato de Gertrudis Gómes de Avellaneda: fue la más importante escritora hispano-cubana del siglo XIX, la gran romántica. Residió en España casi treinta años, país en el que escribió, publicó y estrenó la mayoría de su obra poética, novelística y teatral. Fue la primera mujer propuesta para la Real Académica Española y fue rechazada por el sólo hecho de ser mujer.


Cien años después lo consiguió Carmen Conde. La Avellaneda fue la primera en escribir una novela en contra del esclavismo, "Sab", veinte años antes de publicarse "La Cabaña del Tío Tom", madre soltera en el siglo XIX y una luchadora por los derechos de la mujer. Una escritora cuyos méritos son: diecinueve obras de teatro estrenadas en España y aclamada por todos los ciudadanos y periodistas de la época, nueve novelas y varios libros de poesía, entre otros, fueron un éxito. Sus restos están enterrados en Sevilla, donde ella quiso y dejó dicho en su testamento.


En la fotografía anterior puede verse a Gertrudis, al frente, y el cuadro, inédito hasta ahora, de María Isidra Quintina de Guzmán, la mujer que a los 17 años de edad se convirtió  en la primera académica. Junto a su retrato se muestra un busto de María Moliner, creadora de los diccionarios de la RAE, que nunca llegó a ser académica.

En  1784 María Isidra de Gúzmán  y de la Cerda, primera mujer doctora por la Universidad de Alcalá
fue admitida como académica honoraria y, aunque pronunció su discurso de agradecimiento, no volvió a comparecer más. No volvió a haber otra mujer hasta la elección como académica de número de Carmen Conde en 1978.

También se pueden contemplar diferentes retratos de Goya, como el de Jovellanos y el de Juan Antonio Meléndez Valdés (en la imagen posterior), uno de los poetas más destacados del siglo XVIII. 

Dibujos de Antonio Mingote que fue elegido miembro de la Academia en 1987, a los que se suma un vídeo en el que se muestra cómo trabajan los académicos y el famosos fichero ¡todo un ordenador de su tiempo!.






Los límites de nuestro mundo son los límites de nuestro lenguaje.
                                                                   Wittgenstein.



De martes a sábado de 10.00 a 21.00 horas. domingos y festivos 10.00 a 14.00 horas.

Del 27 de septiembre de 2013 al 26 de enero de 2014

 Paseo de Recoletos, 20-22, 28001 Madrid España.

27 de octubre de 2013

Discurso de Antonio Muñoz Molina, Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Intervención del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Oviedo, 25 de octubre de 2013

Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria. Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierte en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea práctica: uno hace algo que le gusta y que a costa de aprendizaje y empeño ha logrado hacer con cierta garantía de solvencia, pero no lo hace para sí mismo, por mucho que esa tarea la haga a solas y que en el simple hecho de llevarla a cabo haya una satisfacción privada. El resultado que se obtiene de ella alcanza una existencia objetiva, independiente de quien la realizó, y pasa a integrarse beneficiosamente en las vidas de sus destinatarios: un instrumento musical o una partitura, una herramienta, una mesa, una historia, un cuaderno, un cuadro, un cuenco de barro, una fotografía, un hallazgo científico, un paso de danza, la cura de una enfermedad, un prodigio deportivo, un plato bien cocinado, una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería.
     Hay algunas singularidades en el oficio de escribir, como las hay en cualquier otro. La primera es que la necesidad humana que satisface es una de las más intangibles, aunque también una de las más universales: la de saber historias y la de contarlas, es decir, dar una forma inteligible al mundo mendiante las palabras. Una historia, de ficción o no, propone un modelo universal de un cierto campo de la experiencia a partir de la observación de los datos particulares de la vida. Del mismo modo actúa el científico, elaborando modelos teóricos derivados de la observación y la experimentación, que sirvan, doblemente, para explicar y predecir. En las sociedades primitivas o antiguas el mito es el modelo de explicación y predicción de los comportamientos humanos. Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus variedades, desde las más banales, más toscas, más comerciales y efímeras, hasta las más hondas y exigentes, desde la telenovela y el videojuego a Don Quijote o Moby-Dick o a un cuento de mi querida Alice Munro.
Nos dedicamos, pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece. También a un oficio mucho más incierto. Porque en él, y esta es su segunda singularidad, la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa entre el mérito y el reconocimiento.
Quien escribe sabe que ha de dedicar a su oficio tantas horas y tantos años como un artesano al suyo, y que sin esa dedicación no logrará completar nada de valor. Pero también sabe que la entrega, por sí misma, no garantiza la calidad del resultado, porque la experiencia y la dedicación pueden conducirlo al amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo. Y también sabe que lo mejor unas veces es reconocido de inmediato y otras veces es ignorado, y que lo que parecía mejor a veces se desmorona al cabo de muy poco tiempo, y que una extraña justicia tardía alumbra mucho tiempo después, sin compensación posible, al talento verdadero que no brilló en vida.
El desaliento ante las incertidumbres del oficio se acentúa más en tiempos de incertidumbres tan amargas como estos. Es difícil hablar de la perseverancia y el gusto del trabajo en un país en el que tantos millones de personas carecen angustiosamente de él. Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento.
Aun así, y dejando las responsabilidades de la ciudadanía en el lugar que les corresponde, el único remedio aceptable que conozco contra el desaliento del oficio es el oficio mismo. Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los cinco sentidos. Escribir sin concederse la menor indulgencia. Escribir aceptando y disfrutando la soledad y agradeciendo el entramado de otros oficios fundamentales que lo convierten en uno de los oficios menos solitarios y más colectivos del mundo, como es solitario y colectivo el del músico y el del científico; agradeciendo el oficio del editor, del corrector de pruebas, del traductor, del librero, del crítico, el de otros escritores de los que uno aprende admirándolos, el oficio del que enseña a leer y del que trasmite en un aula el amor por la literatura; agradeciendo el oficio más placentero de todos, que es el del lector. Escribir con el miedo a no tener lectores y con el miedo a perderlos, sobreponiéndose lo mismo a los elogios que a las heridas. Escribir porque a pesar de todas las negaciones y las imposibilidades la escritura, como cualquier oficio, es sobre todo un acto de afirmación. Escribir porque sí.
En 1981 se entregaron por primera vez estos premios y vuestra alteza presidió en ellos su primer acto público. Aún se vivía entonces bajo el trauma sombrío y reciente de una tentativa de golpe de estado. En su discurso de agradecimiento, el poeta José Hierro aludió con alegría y alivio, pero también con plena conciencia del peligro, al aire de libertad que respiramos. Ese aire, a pesar de todos los pesares, lo seguimos respirando 32 años después, que constituyen el período más largo de libertad que se ha conocido en la historia entera de nuestro país. Es importante recordar estas cosas ahora, cuando el porvenir parece en muchas cosas tan incierto como entonces. En este tiempo se ha hecho adulta la generación entera que nacía por entonces, que es la de mis hijos. Sus vidas son ya más difíciles de lo que imaginábamos hace sólo unos años, pero es importante recordar que también aquellos tiempos de 1981 nos parecían amenazadores cuando nosotros los vivíamos. Y sin embargo no hemos dejado de respirar el aire de libertad que celebraba José Hierro. Sin esa respiración no habría sido posible la generación literaria a la que yo pertenezco. Incluso nos hemos acostumbrado tanto a ella que corremos el peligro de no saber ya apreciarla. Es nuestra responsabilidad salvar lo que ganamos gracias a que muchas personas hicieron y hacen bien sus oficios, privados y públicos; y también reflexionar con urgencia sobre todos los errores, todas las inercias y descuidos que necesitamos corregir. En esa tarea los oficios de las palabras podrán ser más útiles que nunca.


Felicidades  a mi escritor favorito.
Sé que casi todos habréis leído las palabras que pronunció Antonio Muñóz Molina al recibir el Premio Príncipe de Asturias, pero hoy quiero rendirle mi pequeño homenaje, desde aquí; porque estuvo inmenso, como siempre. Sus palabras sencillas, certeras, y vitales, han reafirmado mis ganas de seguir adelante. Gracias Antonio Muñoz Molina.

22 de octubre de 2013

Juan Muñoz desde EL rincón de mis desvaríos.

Dedicado los alumnos que visitaron con Tíltide esta exposición en el Museo Reina Sofía, hace unos años.

Es el creador de las llamadas "escenas de conversación", reuniones de figuras de pie colocadas cuidadosamente en grupos o conjuntos de esculturas. Es el mundo personal de Juan Muñoz. Hacía tiempo que tenía ganas de traerlo, yo lo vi cuando tuvo su exposición en el Reina Sofía y quedé impactada.






Madrid, España, 1953 - Ibiza, España, 2001


Escultor español de gran prestigio internacional, miembro de la llamada Generación de los 80. Nació en Madrid. Cursó estudios de Arquitectura en la Universidad Politécnica de su ciudad natal. De carácter cosmopolita, completó su formación en el Central School of Art de Londres y en el Pratt Centre de Nueva York, donde estudió escultura y grabado.
















En 1984 la galería Fernando Vijande de Madrid realizó su primera exposición individual. La figura humana y su relación con el espacio arquitectónico es el tema principal de su trabajo, imágenes ilusorias que remiten a la crisis del hombre contemporáneo, a su soledad y a la frágil distancia entre normalidad y locura. 

Su obra, que tendió un original puente entre la escultura clásica y la de vanguardia, construye espacios inquietantes cargados de confrontaciones y tensiones visuales. En 1986 participó en la Bienal de Venecia y un año después expuso en el CAPC Musée d`Art Contemporain de Burdeos. 















A lo largo de su carrera, realizó numerosas exposiciones individuales en ciudades como Dublín, Lisboa, Nueva York, Barcelona o París. Casado con la escultora española Cristina Iglesias, recibió en 2000 el Premio Nacional de Artes Plásticas. 

Poco antes de morir, la Tate Modern de Londres acogió en su vestíbulo una gigantesca instalación denominada Double Bind.



















Pieza escuchando la pared (de las que más me gustan) implica al espectador de manera directa con la obra, que parece sugerir rumores de conversaciones interesantes al otro lado de la pared.














Sara frente al espejo

Otra versión de Sara frente al espejo

Estos dos cuadros me impactaron mucho, se trata de Cristina Iglesias, su viuda, se refería a ella como "Sara" en un tono casi familiar y hablaba de que su marido le había dedicado una etapa de su trabajo.


El apuntador

Enano entre tres columnas


Yo no veo ahí solo figuras, veo hombres. Percibo en ellos una cierta solemnidad (derivada quizá de su condición) y, sobre todo, soledad. 

Y qué decir de Sara. Fijaos bien sobre todo en la segunda escultura: esa mujer levantando un poco su falda mientras se contempla en el espejo (aunque he leído que sus ojos están cerrados, no se aprecia ese detalle en las fotos). Los tacones. Alguien aprendiéndose, asumiendo su aspecto. Se me ocurre incluso que la imagen de esa otra Sara "azul" es posterior: la llegada de la luz, del color tras la propia aceptación.


No tengo ni idea de lo que Juan Muñoz pretendía con estos trabajos pero me gustaría pensar que para él no eran simples "figuras". Es más, el hecho de que tengan nombre propio me inclina a pensar que significaban algo más que su propia imagen, digamos, "disarmónica". 


Esta entrada pertenece al blog de mi  amiga Inma: http://elrincondemisdesvarios.blogspot.com.es/
Como sabía que era imposible mejorarlo, lo he publicado tal cual, con su permiso.
Desde aquí le doy muchas gracias por esta entrada y por todas. Siempre me encantan. Y sobre todo le doy las gracias por su generosidad. Un beso Inma.


19 de octubre de 2013

La Avispa Verde

Equipo formado por Sara Fernández, diseñadora, y José Luis Fernández, artista plástico, para experimentar nuevos caminos de creación en el ámbito de la obra sobre papel. Utilizando para ello técnicas mixtas, mediante el empleo de diversos materiales que se integran en collages y los cuales se representan finalmente mediante la técnica de impresión digital seriada.  


La atracción del Vintage


Exposición en la que el equipo La Avispa Verde, nace, mostrando el trabajo realizado en una etapa de creación en el ámbito del diseño en el arte.

Doce visiones inspiradas en la moda y otras creaciones.

Obra gráfica, realizada sobre papel, a partir de antiguas imágenes del mundo de la moda, la creación y el diseño, con el objeto de expresar y comunicar una nueva sensación estética, mediante la inclusión de dibujos, pinturas y formas que enriquecen con su armonía imágenes que durante las primeras décadas del siglo XX, fueron utilizadas para trasmitir las creaciones que la publicidad y la moda de la época diseñaban conforme a las tendencias y gusto que esos momentos marcaban.




                                                       "El mojito de Federico Ribas"
                                                         Impresión digital sobre papel
                                                              Medidas: 38 x 56 cms.





"Ajedrez Veneciano"
 Impresión digital sobre papel
 Medidas: 38 x 56 cms.




"Corte y confección a navaja"
 Impresión digital sobre papel
 Medidas: 38 x 56 cms.





"Cena de gala con guitarrista"
 Impresión digital sobre papel
 Medidas: 38 x 56 cms.





"La alucinación del Bloody Mary"
 Impresión digital sobre papel
  Medidas: 38 x 56 cms.







"La revolución China"
 Impresión digital sobre papel
Medidas: 38 x 56 cms.







"Marnie, la ladrona"
 Impresión digital sobre papel
 Medidas: 38 x 56 cms.



"El mejor perfume"
 Impresión digital sobre papel
Medidas: 38 x 56 cms.

Su precio  es de 110 €, en este tamaño, sin enmarcar.

15 de octubre de 2013

ArteFacto: la Galería de Arte de Carboneras (Almería)

En Carboneras, envuelta por una naturaleza espléndida.









Las cuatro imágenes pertenecen a Mario Sánz Cruz y aparecen en su Guía  Calas de Almería.

Un verdadero paraíso para los artistas. Solo hay que observar la cantidad de creadores que viven o visitan esa zona.  Es, prácticamente, la única  del Mediterráneo que conserva parajes casi vírgenes, que aún no se ha convertido en la ciudad lineal que va ocupando toda la orilla del Mediterraneo. Hay allí unas sierras espectaculares, con paisajes únicos, una luz impresionante y un clima benigno que son una atracción para los visitantes  de España y de Europa.

Y en Carboneras,  la Galería ArteFacto 

 En ArteFacto se dan cita importantes artistas contemporáneos.

En ella encontramos obras de Ernesto Pedalino; acuarelas y obra gráfica del pintor y galerista José Luis Fernández, fotografías, libros y guías de Mario Sanz y fotografías de Adriana Mitfessel. En esta pequeña galería también hay sitio para la artesanía , como la de María Luisa Gamboa, el arte en seda de  Nuria Gamboa, la pintura al agua de Marian mendoza  y los recuerdos originales, tratando de ofrecer algo diferente al visitante.

            


A  la izquierda  obras de José Luis Fernández.





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Calle Almirante nº 4
Carboneras (Almería) 
España.