En la sala de subastas Sotheby’s Londres, una tela de su serie Abstraktes Bild, fechada en 1986, ha sido vendida por 41 millones de euros. Un precio que según el propio pintor multiplica por 5.000 el coste original de venta. Estas obras se vendían por 15.000 marcos (unos 7.500 euros actuales) de la época. Y son famosas porque Richter las produce siguiendo una técnica relativamente sencilla. Acumula capas de pintura sobre el lienzo y después, con un cepillo de madera o de metal, las barre. De esta forma levanta zonas de óleo y color. Un mecanismo que permite producir cuadros con rapidez y que incluso tiene tutoriales en YouTube.
Da igual. El mercado ha fijado en él su atención y no hace rehenes. A pesar, incluso, de su propio criterio. Richter cree que pagar esa cantidad de dinero por su trabajo es absurdo y que los precios por sus obras se caerán “cuando el mercado se enmiende”. ¿Será así? Ni siquiera el pintor alemán, que reconoce en la entrevista saber tanto del mercado del arte como de “chino o física”, lo ve muy claro. Todo lo contrario.
Ha tratado de enfriar sus propios precios y no lo ha conseguido. Hará un par de años lanzó una serie de cien pinturas de pequeño formato y precio reducido. Al poco tiempo, ya estaban en subasta y se revendían por el triple del coste original. “No puedes escapar del mercado”, observa Gerhard Richter. Tampoco el statu quo del sistema le facilita mucho las cosas. Hace poco había fijado en 2.000 euros una edición nueva de sus fotografías, pero un galerista le dijo: “No puedes venderlas a ese precio, al menos tienen que estar entre 10.000 y 20.000 euros”. Algo así como si vendes muy caro estás obligado a seguir vendiendo muy caro.
Sin duda no deja de ser revelador acerca de cómo funciona estos días el mercado que incluso un artista de su fuerza no pueda, aunque se lo proponga, hundir sus propios precios. Recuerda Richter que sus piezas abstractas le parecían “bastante buenas” frente a otras, como, por ejemplo, la pintura Domplatz, Mailand (Plaza de la catedral, Milán), que se vendió el año pasado por 29 millones de euros en subasta. Es una de sus famosas foto-pinturas. El pintor replica una fotografía y, posteriormente, difumina el óleo fresco con pinceles de diverso tamaño. “Fue raro”, relata en Die Zeit. “No creo que la pintura sea tan buena… Cuando supe por cuanto se había vendido me pareció excesivo”.
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