1 de febrero de 2024

Monet, en el Centro Centro



La exposición presenta una selección de las obras por las que el propio artista sentía más apego y que conservó  hasta la muerte en su casa de Giverny, y de las que nunca quiso separarse. Todas ellas proceden del Musée Marmottan Monet de París, y explican  la trayectoria artística del maestro Claude Monet, pintor francés, y uno de los creadores del impresionismo. 

El término impresionismo deriva, precisamente,  del título de su obra Impresión, sol naciente, que aparece a continuación.


​Sus primeras obras, hasta la mitad de la década de 1860, son de estilo realista. Monet logró exponer algunas en el Salón de París. A partir del final de la década de 1860 comenzó a pintar obras impresionistas. 

Esta desviación del gusto de la época, que era marcado por las academias de arte, empeoró su situación económica a la vez que afianzó su decisión de continuar en ese azaroso camino. Este  era su rostro de joven. Y a continuación otro retrato pintado por Renoir.

En la década de 1870 formó parte de las exposiciones impresionistas en las cuales también participaron  Renoir y Degas.








Su carrera fue impulsada por el marchante Paul Durand-Ruel, pero a pesar de esto su situación financiera permaneció siendo difícil hasta mediados de la década de 1890. 






El conflicto franco-prusiano, que supuso la marcha del pintor a Inglaterra,  llegó a su fin, y Monet y su familia dejaron Londres para regresar a Francia. Sin embargo, la historia de Monet con Londres no acabaría aquí: el pintor volvió hasta en tres ocasiones. Londres siguió siendo una fuente de inspiración para él, puesto que al pintor le gustaba jugar con la luz de la ciudad, que cambiaba a menudo por la combinación de un clima caprichoso y la contaminación del aire, cada vez más notoria.






La capital británica acabó por convertirse en una de sus muchas musas, motivo por el que, en el transcurso de su carrera, le dedicó más de 100 obras. Monet quedó prendado de Londres y con frecuencia buscaba nuevos edificios y puentes que pintar, como el palacio de Westminster, que apenas se había acabado de construir. 



Ya entrada la década de los 90, Monet desarrolló el concepto de las «series», en las que un motivo es pintado repetidas veces con distinta iluminación: las locomotoras, los acantilados de Étretat, la catedral de Rouen...  Al mismo tiempo comenzó a trabajar en el famoso jardín de su casa en Giverny con estanques de nenúfares que luego utilizó como motivo para sus pinturas.




Existen aproximadamente 250 Nenúfares pintados por Monet en los últimos años de su vida. El ya anciano pintor, vivía en el Jardín de Giverny, donde instaló un puente japonés y un estanque con plantas exóticas que le servirían de modelo e inspiración. “Mi jardín es mi obra maestra más hermosa”, llegó a decir sobre los jardines de inspiración oriental que construyó en su casa de Normandía.

Monet ya estaba consagrado pero siguió investigando las posibilidades pictóricas de las variaciones del color de un mismo tema, dependiendo de las horas del día o las estaciones del año. 

En estas últimas obras, las formas están ya prácticamente disueltas en manchas de color. 


El impresionismo de Monet se caracteriza por las 
pinceladas rápidas y espontáneas cuyas marcas sobre el lienzo aportan una textura particular, alejando la pintura del realismo y las reglas academicistas imperantes en la época.

Considerado como pilar de la corriente impresionista en Francia, Monet experimentó con los matices de luz y la intensidad de las tonalidades en sus obras a lo largo de su vida, logrando una técnica inigualable que fue aclamada y también criticada por sus contemporáneos.



                     
      
             
                                                                                           


Visita organizada y dirigida por la profesora
Carmen Manso de Zuñiga, 
Licenciada en Historia del Arte por la UCM.
Fotografía: María de la Riva.
 
ACTIVIDADES CULTURALES TÍLTIDE
C. Fernando el Católico 28, Madrid.








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