André Derain (1880-1954), Balthus (Balthasar Klossowski) (1908-2001) y Alberto Giacometti(1901-1966).
Las miradas de estos tres artistas, nunca antes confrontadas, coinciden en la misma exigencia de lo que debe ser la obra de arte. Mucho más allá de la admiración mutua y el sincero afecto que les unieron durante toda su vida, la profunda comunidad estética que existe entre ellos es el hilo conductor de la exposición.
Bodegón de Derain, La mesa puesta. Oleo sobre lienzo de 1922. |
La muestra, con cerca de 240 obras, cuenta con el generoso apoyo de numerosas colecciones particulares e instituciones internacionales entre las que destacan la Fondation Giacometti, París; Musées d’Orsay y de l’Orangerie, París; Albright Knox Art Gallery, Buffalo; Minneapolis Institute of Art; The Pierre and Tana Matisse Foundation, Nueva York; Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C.; Musée Picasso, Antibes; Musée National Picasso, París; Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris; Tate, Londres; Fondation Beyeler, Basilea o Kunsthaus, Zúrich.
Con la distancia que el tiempo proporciona, podemos ver que Derain, Balthus y Giacometti siguen pautas similares en su trabajo, sobre todo en cuanto a su visión común del pasado del arte: Los tres comparten un fuerte anhelo de modernidad, se interesan apasionadamente por la pintura antigua y el arte de las civilizaciones lejanas, sienten fascinación por «las fuerzas oscuras de la materia» (Derain) y, en general, prestan mucha atención a la realidad «maravillosa, desconocida» que tienen ante sí (Giacometti).
En 1920, cuando vuelve del frente, Derain es un artista de gran éxito. Tras haber sido uno de los más importantes entre los fauvistas, aquel movimiento que a principios de siglo había creado un arte basado en colores puros y brillantes, su mirada se dirige a la tradición y los secretos de la pintura, dirige su atención hacia un estilo realista que se conoce como “estilo bizantino”.
Un paisaje de Andre Derain, claramente fauvista. que no está presente en la exposición.
Óleo sobre lienzo.
A principios de los años 1930 Alberto Giacometti y Balthus, dos artistas de una generación más joven, quedan fascinados por este Derain diferente, radicalmente nuevo pero a la vez atento al arte del pasado. Las visitas a los estudios y las conversaciones van trabando una amistad entre los tres, que se consolida con los sucesivos encuentros y proyectos. A través de la pintura y la escultura de Derain surge un verdadero afecto entre los tres, basado en una admiración recíproca de la que darán fe Balthus y Giacometti a lo largo de su vida ya que Derain será el primero en fallecer, y el mayor y referente en esta relación.
Pero aquel Derain fauvista ya no existía desde el final de la Gran Guerra. Como tantos otros pintores vanguardistas, Derain había regresado al orden (expresión inspirada en el libro de ensayos Le rappel a l'ordre (1926) de Jean Cocteau). Orden que significaba, a grandes rasgos, retomar la pureza del primer Renacimiento y sus fuentes clásicas. Este regreso afectó a muchos, pero a algunos como Picasso les duró relativamente poco. Otros como Derain o de Chirico persistieron en esa línea el resto de sus vidas. Siendo muy criticados por ello, alejándose una gran cantidad de las simpatías acumuladas durante los dos primeros decenios del siglo.
Y entra en escena Balthus, una de cuyas primeras exposiciones visita Derain, y se establece un contacto inmediato entre el gran pintor rechazado por sus seguidores más significativos y un joven cuya carrera comenzaba ( y continuaría en un cierto tono escandaloso).
Aunque ha de decirse de inmediato que Balthus aseguró toda su vida que en su ánimo no estaba provocar, no era tan inconsciente como para no saber que varios de sus cuadros con niñas levantarían una polvareda que dura hasta hoy mismo.
Lo que sí estaba muy claro era su común amor al clasicismo. Un amor del que participaba Giacometti, pero de forma ampliada. Porque el suizo estudió no solo a renacentistas, griegos y romanos, sino también escultura etrusca o mesopotámica.
En 1922 Giacometti se trasladó a París y desde 1927, año en que su hermano Diego se unió a él para convertirse en su asistente, trabajó en el taller de la rue Hipolyte-Maindron en Montparnasse. En 1929 la Galerie Jeanne Bucher expuso dos esculturas de su serie Plaques que llamaron poderosamente la atención en el mundo artístico parisiense, y en especial en el círculo surrealista, al que permaneció ligado hasta 1934. Durante esta etapa Giacometti experimentó con todo tipo de materiales y se convirtió en el más innovador de todos los escultores surrealistas.
En 1935 entró en un periodo de crisis creativa, que abarcó prácticamente una década, durante la que volvió al trabajo con modelo, al que sometía a largas sesiones de pose. Este método de trabajo, que había abandonado durante su etapa surrealista, tuvo como resultado unas esculturas que redujo a la mínima expresión y que fueron el germen de toda su producción posterior. En 1945, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, sus largas y delgadas figuras fueron percibidas como la metáfora apropiada del hombre que emergía de las secuelas de la guerra, según la interpretación de Jean-Paul Sartre, amigo de Giacometti desde su encuentro durante su exilio en Ginebra en 1943. Por otro lado, tras una pausa de veinte años, Giacometti retomó la pintura y el dibujo de manera regular, en un estilo abocetado con el que aislaba a las figuras.
En 1948 la Pierre Matisse Gallery de Nueva York expuso por primera vez su obra y en 1951 lo hizo la Galerie Maeght de París. Desde entonces las retrospectivas se sucedieron y en 1965 recibió el Grand Prix National des Arts del Gobierno francés.
Las secciones de la exposición.
Se abre la exposición, tras una Introducción con obras de los tres artistas entre las que solo destaca el Bodegón con peras (1936) de Derain, que Balthus alababa.
El Bodegón con peras. |
La primera sección se llama La mirada cultural y se supone que rastrea los orígenes artísticos de los tres amigos. Se pueden ver copias o interpretaciones de obras renacentistas de Piero della Francesca por Balthus o del Renacimiento tardío e influencias más exóticas, como varios dibujos sobre esculturas egipcias en Giacometti.
Hay influencias en Derain algo inesperadas, como una copia de 1945-1950 de una de las varias versiones de La matanza de los inocentes (1565-1567) de Pieter Brueghel el Viejo y su hijo El Joven, con algunas variaciones sobre el original, que acercan una obra muy señalada del Renacimiento alemán al Renacimiento italiano. Es lo más interesante pero también se aprende el respeto de Derain hacia una figura clave para las vanguardias como fue Cezanne. Bien es cierto que su Sotobosque y rocas pertenecen a 1911-13 es decir, de su fase fauve, hasta donde los más jóvenes no le seguían.
Hay influencias en Derain algo inesperadas, como una copia de 1945-1950 de una de las varias versiones de La matanza de los inocentes (1565-1567) de Pieter Brueghel el Viejo y su hijo El Joven, con algunas variaciones sobre el original, que acercan una obra muy señalada del Renacimiento alemán al Renacimiento italiano. Es lo más interesante pero también se aprende el respeto de Derain hacia una figura clave para las vanguardias como fue Cezanne. Bien es cierto que su Sotobosque y rocas pertenecen a 1911-13 es decir, de su fase fauve, hasta donde los más jóvenes no le seguían.
Sotobosque y rocas |
Sigue Vidas silenciosas, una corta excursión por paisajes de Balthus, alguno de plena madurez como El Valle del Lone (1957) donde no aparecen figuras, algo notable en un pintor tan ligado a la figura humana. Hay una muy buena Vista de Saint-Maxim (1930) de Derain, un paisaje rural donde Derain muestra su dominio de la pintura y su capacidad para depurar formas y colores. Se regresa a Balthus con motivo de los bodegones y de Giacometti, que no había aparecido por aquí, se presenta otro bodegón. No es que diga gran cosa sobre la relación de los artistas, porque estos temas estaban siendo tratados hasta por Picasso, el ser artísticamente más odiado por Derain.
La modelo de Balthus.
Luego llega El modelo que sin duda es central en el trabajo de los tres, aunque desde diferentes perspectivas y peripecias. Hay dos cuadros de Derain (1930-35) y Balthus (1955) que están muy bien traídos, sendas jóvenes con el torso descubierto y que parecen casi figuras especulares. Hay niñas de Balthus y Derain que se dan cierto aire, aunque el velo morboso del primero falta en el segundo. ¿Y Giacometti? Pues como en casi toda la exposición, más bien a lo suyo. Porque en su caso, cuando conoció a Annette Arm durante la II Guerra Mundial, la convirtió en su modelo casi única y se casó con ella. Aquí el cuadro principal es Isabel en el estudio (1949) con otra modelo, evidentemente.
A continuación llega la sala llamada Entreacto, quizás pensando en el Entreacte de Arthur Caravan pero seguro en los trabajos escenográficos y de figurinismo del trío.
Giacometti, de nuevo, va a su ritmo y aquí abre la sala con un par de proyectos, uno de los cuales ni siquiera es para una obra teatral, aunque si tenga cierto carácter dramático. Lo mejor es el escenario que diseñó para la representación de Esperando a Godot de 1961 en París por el cual, Samuel Beckett, se interesó muy de cerca.
Balthus y Derain sí que participaron en un buen número de obras, muchas de ellas representadas. De lo más interesante aquí son unas máscaras de Derain que recuerdan a las griegas o etruscas, muy Giacometti. Hay decorados y figurines.
El sueño, visiones de lo desconocido resulta un poco anticlimática porque se reduce a unos pocos desnudos ni muy excepcionales ni muy visionarios de Balthus y Derain. También una pequeña escultura de Giacometti llamada Mujer acostada soñando (1929) de un surrealismo más relacionado con Miró que con sus compañeros de exposición. Nada raro, Miró y Giacometti eran amigos.
La última sección, llamada La garra sombría "reúne las obras que tocan la alarma de un mundo vacilante”. En realidad un conjunto de épocas y motivos diversos con un vago aire misterioso o siniestro que es desmentido rotundamente al final por unos opulentos desnudos de Derain.
Derain fue el primero en morir en 1954. Poco más de una década después fallecía Giacometti. Balthus alcanzó los 93 años, muriendo en 2001. Pero ver su obra reunida y relacionada, aunque veces sea un poco con calzador, explica mejor cuestiones como la relación entre artistas que su mismo arte. Hay afinidades inesperadas y aunque las piezas aquí reunidas no son en general excepcionales, sí narran bastante bien una de esas historias. Los artistas, aunque esa sea su imagen, no son seres insulares.
Fuentes:
http://www.eldiario.es/cultura/arte/desnudos-polemicos-Balthus-Derain_0_735976619.html
http://masdearte.com/derain-balthus-y-giacometti-amistad-fundacion-mapfre/
https://elpais.com/cultura/2018/01/30/actualidad/1517322785_413806.html
http://www.hoyesarte.com/evento/2018/02/derain-balthus-y-giacometti-febrero-en-fundacion-mapfre/
Una exposición muy interesante. Sobre todo por su enfoque y su organización desde una perspectiva nada al uso. Un besazo
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