Hasta el 16 de marzo de 2026, el MUSEO REINA SOFIA presenta la obra de la fue una de las grandes artistas del siglo XX español y una de las principales figuras de la generación del 27.
Maruja Mallo fue la cuarta de catorce hermanos. Debido al trabajo de su padre, la familia se trasladaba con frecuencia y, en un momento determinado. terminó en Avilés, donde permaneció desde 1913 hasta 1922. De esta manera, Mallo comenzó su formación en la Escuela de Artes y Oficios de esa ciudad.
Este suceso dio nombre al grupo de mujeres vanguardistas formado por Concha Méndez, María Zambrano, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Margarita Gil Rösset, Margarita Manso y Maruja Mallo, entre otras. Estas reclamaron su autonomía e independencia, al igual que una formación intelectual igualitaria con respecto a los hombres. Se dedicaron a la pintura, la novela, la escultura, la poesía, la ilustración y el pensamiento, reflejando en sus obras los nuevos conceptos de modernidad con una actitud rompedora y abierta.
La Verbena, imagen anterior, es una de las obras de Maruja Mallo más conocidas, un óleo de 119x165 centímetros que se exhibe en el Museo Reina Sofía. Es un cuadro de su época más optimista, una celebración de los felices años 20. Maruja nos muestra cómo es la sociedad madrileña de aquellos años, si bien también deja traslucir cierta crítica. Así, la artista incluye una serie de personajes revueltos en un aparente caos recreando una escena de claras reminiscencias surrealistas.
Tras los años de optimismo, Maruja Mallo entra en una etapa de pesimismo con creaciones de tonos y temas apagados y sombríos.
Sobre 1936 Maruja pintó una serie de siete obras denominadas “La religión del trabajo”. La anterior, La sorpresa del trigo es una obra surrealista en la que la pintora representa a la diosa de la agricultura Deméter, la madre tierra, de la que germinan 3 espigas, número de la armonía para los pitagóricos. Un cuadro que tiene influencia de la filósofa María Zambrano y parece ser una celebración del proceso de cambio que prometía la II República.
Al poco tiempo, la pintora regresó a Madrid, empezó a colaborar con la Sociedad de Artistas Ibéricos y participó como profesora en las Misiones Pedagógicas, siendo una fiel defensora de la República. También dio clases de dibujo en el Instituto Escuela de Madrid, en el Instituto de Arévalo y en la Escuela de Cerámica de Madrid, donde creó una serie de platos de cerámica desaparecidos en la actualidad. Pero de los que se han hecho reproducciones, siguiendo los dibujos de la artista, y que se presentan ahora en el Reina Sofia.
Entre 1934 y 1935 siguió haciendo exposiciones en diversos museos de Londres y Barcelona.
Cuando estalló la Guerra Civil española, Maruja Mallo se encontraba en Galicia, su tierra natal. Afortunadamente, la artista logró huir a Lisboa donde la recibió la poeta y Premio Nobel Gabriela Mistral quien, por aquel entonces, era embajadora de Chile en Portugal. Mistral consiguió que los Amigos del Arte le enviaran a Mallo una invitación para ir a dar unas conferencias sobre plástica española, cosa que permitió a la pintora trasladarse a Buenos Aires y dejar la guerra atrás.
Maruja Mallo vivió en Buenos Aires durante prácticamente todo su exilio, que duró veinticinco años. Asentada en Argentina, Mallo pronto se incorporó a los ambientes intelectuales de Latinoamérica, dio conferencias, organizó exposiciones y colaboró con la revista de vanguardia Sur, para la que también escribía Jorge Luís Borges. Viajó por Argentina, Chile y Uruguay, e hizo varias exposiciones en Brasil, París y Nueva York.



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