Hasta el 16 de marzo de 2026, el MUSEO REINA SOFIA presenta la obra de la fue una de las grandes artistas del siglo XX español y una de las principales figuras de la generación del 27.
Maruja Mallo fue la cuarta de catorce hermanos. Debido al trabajo de su padre, la familia se trasladaba con frecuencia y, en un momento determinado. terminó en Avilés, donde permaneció desde 1913 hasta 1922. De esta manera, Mallo comenzó su formación en la Escuela de Artes y Oficios de esa ciudad.
En 1922, con veinte años, y en un nuevo traslado de la familia a Madrid, entró a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estuvo hasta 1926. En Madrid se relacionó con artistas, escritores y cineastas de la Generación del 27, como Salvador Dalí, Ernesto Giménez Caballero, Gregorio Prieto, Federico García Lorca, Margarita Manso, Luis Buñuel, o Rafael Alberti, con el que mantendrá una relación hasta que él conozca a María Teresa León. Pintora de talento, excéntrica, ferviente republicana y encarnación de la nueva mujer libre y emancipada, Dalí la definirá como "mitad ángel, mitad marisco”. Frecuentaba el Lyceum Club femenino.

Una anécdota relatada por ella dio lugar a la denominación de varias de estas mujeres como "Las sin sombrero" dijo: "Un buen día, a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí se nos ocurrió quitarnos el sombrero. Y al atravesar la Puerta del Sol nos apedrearon, insultándonos como si hubiésemos hecho un descubrimiento como Copérnico o Galileo."Este suceso dio nombre al grupo de mujeres vanguardistas formado por Concha Méndez, María Zambrano, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Margarita Gil Rösset, Margarita Manso y Maruja Mallo, entre otras. Estas reclamaron su autonomía e independencia, al igual que una formación intelectual igualitaria con respecto a los hombres. Se dedicaron a la pintura, la novela, la escultura, la poesía, la ilustración y el pensamiento, reflejando en sus obras los nuevos conceptos de modernidad con una actitud rompedora y abierta.
Durante aquellos años, en que Maruja Mallo asistió a la Real Academia de Bellas Artes , trabajó en publicaciones de carácter literario, como La Gaceta Literaria, Almanaque Literario o La Revista de Occidente, fundada por Ortega y Gasset. El filósofo, impresionado por las ilustraciones que Mallo hacía para la revista, decidió montar una exposición dedicada a la obra de la pintora en la sede de la revista en Madrid. Fue la primera y única exposición comisariada por La Revista de Occidente y tuvo un gran éxito. A partir de entonces, Maruja Mallo empezó a ser reconocida como artista.
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La Verbena, imagen anterior, es una de las obras de Maruja Mallo más conocidas, un óleo de 119x165 centímetros que se exhibe en el Museo Reina Sofía. Es un cuadro de su época más optimista, una celebración de los felices años 20. Maruja nos muestra cómo es la sociedad madrileña de aquellos años, si bien también deja traslucir cierta crítica. Así, la artista incluye una serie de personajes revueltos en un aparente caos recreando una escena de claras reminiscencias surrealistas.
Tras los años de optimismo, Maruja Mallo entra en una etapa de pesimismo con creaciones de tonos y temas apagados y sombríos.

En 1932, la pintora consiguió una beca para ir a estudiar a París. Allí conoció a Miró, Magritte, Picasso, De Chirico y Bretón y se sumergió de lleno en el movimiento surrealista, dejando que su obra se impregnara de aquella disruptiva y emergente corriente artística. Aquel año, Maruja Mallo organizó una exposición de su obra en la Galería Perre Loeb de París en la que André Bretón, impulsor del manifiesto surrealista, quedó prendado de su obra Espantapájaros, que compró y definió como “una de las grandes obras del surrealismo”.

Sobre 1936 Maruja pintó una serie de siete obras denominadas “La religión del trabajo”. La anterior, La sorpresa del trigo es una obra surrealista en la que la pintora representa a la diosa de la agricultura Deméter, la madre tierra, de la que germinan 3 espigas, número de la armonía para los pitagóricos. Un cuadro que tiene influencia de la filósofa María Zambrano y parece ser una celebración del proceso de cambio que prometía la II República.
Al poco tiempo, la pintora regresó a Madrid, empezó a colaborar con la Sociedad de Artistas Ibéricos y participó como profesora en las Misiones Pedagógicas, siendo una fiel defensora de la República. También dio clases de dibujo en el Instituto Escuela de Madrid, en el Instituto de Arévalo y en la Escuela de Cerámica de Madrid, donde creó una serie de platos de cerámica desaparecidos en la actualidad. Entre 1934 y 1935 siguió haciendo exposiciones en diversos museos de Londres y Barcelona.
Cuando estalló la Guerra Civil española, Maruja Mallo se encontraba en Galicia, su tierra natal. Afortunadamente, la artista logró huir a Lisboa donde la recibió la poeta y Premio Nobel Gabriela Mistral quien, por aquel entonces, era embajadora de Chile en Portugal. Mistral consiguió que los Amigos del Arte le enviaran a Mallo una invitación para ir a dar unas conferencias sobre plástica española, cosa que permitió a la pintora trasladarse a Buenos Aires y dejar la guerra atrás.
Maruja Mallo vivió en Buenos Aires durante prácticamente todo su exilio, que duró veinticinco años. Asentada en Argentina, Mallo pronto se incorporó a los ambientes intelectuales de Latinoamérica, dio conferencias, organizó exposiciones y colaboró con la revista de vanguardia Sur, para la que también escribía Jorge Luís Borges. Viajó por Argentina, Chile y Uruguay, e hizo varias exposiciones en Brasil, París y Nueva York.
En 1948 su Cabeza de Negra ganó el I Premio Pictórico de la II Exposición Neoyorkina.
Tras más de dos décadas, en 1962 Maruja Mallo volvió a Madrid. En alguna ocasión, la pintora dijo que no sabía bien por qué había vuelto si todos sus amigos estaban “en el exilio o bajo tierra”.
Que la obra de Maruja Mallo se perdiera durante aquel tiempo responde tanto al estallido de la Guerra Civil, que eclipsó a muchos de los grandes artistas de los años previos al conflicto, como al machismo imperante en la época, que dejaba atrás a las mujeres creadoras priorizando a sus compañeros en los libros y el recuerdo.
Decidida a conseguir el reconocimiento que se merecía, Maruja Mallo se dedicó, durante los años sesenta y setenta a recuperar y reconstruir su obra. Retomó su colaboración en la Revista de Occidente, se reintegró en los círculos artísticos, asistió a tertulias y dio conferencias, siguió pintando y haciendo exposiciones y se acercó a los más jóvenes.
En resumen, Maruja Mallo fue una de las mayores exponentes del cubismo y el surrealismo en España, formó parte del grupo de mujeres artistas llamado 'Las Sinsombrero' y desarrolló su obra junto a otros creadores como Lorca, Dalí, Neruda, Zambrano y Alberti.
Profesora Sara Fernández:
Historiadora del Arte por la UCM. Diseñadora y comisaria de la Galería-Estudio Tíltide.
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