El techo mural que realizara Muñoz en 1986, para la entidad, junto con algunas de las obras más representativas del artista, referente del informalismo español, están presentes en la exposición que se presenta en la ciudad de BURGOS. En la rehabilitada Casa del Cordón.
Lucio Muñoz (Madrid, 1929-1998) es uno de los indiscutibles maestros del informalismo español. Su trabajo, reconocido en vida con encargos y proyectos extraordinariamente ambiciosos y con exposiciones de gran resonancia, está ligado a la Casa del Cordón de manera directa. Suyo es el gran techo-mural que corona la planta donde se ubica la actual sala de exposiciones; suyas son también las dos puertas que decoran las entradas de la sala del consejo.
Tal vez por contar con estas grandes obras en su acervo cultural, la Casa del Cordón no había dedicado hasta la fecha una amplia exposición al considerado "gran maestro de la madera" como respaldo creativo pictórico. Muñoz entendió la pintura desde su cualidad material, otorgando gran importancia al soporte como una parte más, indisoluble de esta. Por ello, la madera y el papel se convirtieron en sus manos en un género nuevo, en un universo plástico original y exclusivo, distintivo y diferenciador.
Además forman parte de la exposición tres grandes puertas destinadas a la parte superior de la casa. Dos de ellas se situaron en el acceso a la Sala del Consejo de Administración. Se han desmontado del lugar para el que fueron planteadas y se han integrado en el itinerario expositivo. La tercera puerta sólo se había exhibido una vez, cuando formó parte de las Edades del Hombre de Salamanca en 1993.
La trayectoria de Lucio Muñoz fue clave en la creación y evolución del informalismo en España. Muñoz fue becado por el estado francés en 1956 para continuar sus estudios en París. Tras su regreso de la capital francesa, donde había entrado en contacto con el informalismo de pintores como Jean Dubuffet, Jean Fautrier, Wols o Antoni Tàpies, el artista madrileño comenzó a utilizar la madera, convirtiéndola en algo más que un soporte.
Lucio Muñoz estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (1949-1954) donde conoció a los más tarde conocidos como "realistas madrileños": Antonio López, los hermanos López Hernández, Isabel Quintanilla, María Moreno, Esperanza Parada y a la que se convertiría más adelante en su mujer, Amalia Avia. En 1983 se le concede el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 1993 la Medalla de Oro de las Bellas Artes.
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Con sus amigos: el grupo de los "realistas madrileños". Entre ellos Amalia Avia, Isabel Quintanilla, Antonio López, María Moreno...
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Lucio Muñoz con su esposa amalia Avia 1959. |
Su primera exposición individual se celebró en la Galería Dintel (Santander, 1955). A partir de entonces participó en numerosas exposiciones en salas, instituciones y ciudades de todo el mundo. Su obra se ha exhibido en prestigiosas instituciones de todo el mundo, desde el Stedelijk Museum en Ámsterdam hasta la Bienal de Venecia. Exposiciones recientes han destacado su legado, como “Lucio Muñoz, 1950-1998” y “Lucio Muñoz. Literatura, memoria, paisaje“. Sus piezas se encuentran en colecciones públicas y privadas en todo el mundo, incluyendo museos como el Reina Sofía en Madrid y la Tate Gallery en Londres.
Lugar especial ocupa en la exposición, como no podía ser de otro modo, el empleo de la madera. Vemos aquí varios ejemplos con tierras, maderas, óleo, lija ... trabajados de una manera muy personal: pintando, quemando, rasgando, arañando... Son los procesos que Lucio Muñoz utilizaba en sus obras.
A diferencia de otros murales, como el de Aránzazu, o el de la asamblea de Madrid, el de Burgos es un cielo creado con madera, suspendido, casi flotando, que genera diferentes texturas, que tan pronto parecen masas impenetrables, como se abren en una especie de gloria contemporánea. Lo colores dominantes son los negros y los grises que se recorren con líneas rojas que sugieren un volcán, mientras los azules sugieren una apertura hacia un más allá.
Además Muñoz convirtió el grabado en mucho más que un proceso. más que una pericia técnica. Sus grabados son obra autónoma, independiente y mayúscula. Los tamaños que manejó, el riego estético asumido. la belleza final... lo hacen incomparable. Esta exposición incluye algunos de gran formato, que presidian las paredes de las dependencias interiores de la Casa del Cordón.
Él se sentía muy cómodo trabajando con el papel. Le permitía hacer cosas que no podía hacer con la madera. En cierto modo se sentía más libre con él, menos obligado a crear obras contundentes, grandiosas o absolutamente coherentes con su lenguaje. El papel le permitía jugar. Es más manejable, más inmediato, más luminoso. Además le permitía una relación más intima y reposada. Por ello en momentos muy distintos de su trayectoria Lucio Muñoz se refugió en el papel, una especie de desahogo, pero también un lugar de aprendizaje.
El trabajo con el papel le permitía soltarse en cierto modo, y esa desenvoltura así como diversas soluciones plásticas las aplicaba después a su trabajo con la madera. Sea como sea, en la mayoría de sus obras sobre papel, la madera también tiene su presencia. Es como si Lucio Muñoz no pudiera serle infiel a su material predilecto, o mejor dicho, como si la atracción que la madera, con su verdad natural, ejerce sobre él, fuera demasiado fuerte para no tenerla en cuenta.
Una exposición que pretende no solo una contextualización del gran mural de la Casa del Cordón, con obras cronológicamente próximas, sino que se ha buscado también mostrar sus antecedentes y la evolución posterior del trabajo de Lucio Muñoz. Una obra espléndida.
Fuente:
https://portal.cajadeburgos.com/exposicion/0606100258/
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