9 de mayo de 2021

Georgia O’Keeffe en el Thyssen

 Georgia O’Keeffe (1887-1986) es una de las máximas representantes de las corrientes de vanguardia de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos. Nacida en una granja de Wisconsin, estudió en el Art Institute of Chicago y en la Art Students League de Nueva York, pero fueron las enseñanzas de Arthur Wesley Dow las que le ofrecieron una alternativa a las tendencias que dominaban por aquel entonces la escena artística americana. 



En 1915, mientras trabajaba como profesora de arte en Carolina del Sur y Texas, comenzó a experimentar con la no figuración. Realizó una serie de dibujos abstractos al carboncillo que llegaron a las manos del fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz, que inmediatamente decidió exponerlos en su galería 291. Desde entonces su fama no cesó de crecer y, a mediados de la década de 1920, O’Keeffe ya era una de las artistas más célebres de su país, conocida tanto por sus radicales representaciones de flores como por sus pinturas de rascacielos de Nueva York, símbolo de la modernidad norteamericana por antonomasia.

Durante 1929, O'Keeffe hizo el primero de sus muchos viajes a Nuevo México. La orografía del lugar y la mezcla de culturas de esta remota región inspiraron una nueva dirección en su arte. Durante las siguientes dos décadas, pasó la mayoría de los veranos viviendo y trabajando en Nuevo México, convirtiéndolo en su hogar permanente en 1949.


Calle de Nueva York con luna 1925



Manhattan. 1932.


Desde la década de 1950, la artista, que hasta entonces nunca había abandonado el continente americano, comenzó una serie de viajes internacionales que la llevarían a conocer todos los continentes. Las numerosas horas de vuelo inspiraron una serie de vistas desde la ventana del avión. Durante sus últimos años de vida, en los que debido a su pérdida de visión experimentó con la alfarería, recibió numerosos galardones y se celebraron muchas exposiciones en su honor.

Vista de Georgia. 1952


Los primeros planos de flores fueron un tema frecuente en la producción artística de Georgia O’Keeffe. En numerosas ocasiones estas imágenes han sido explicadas en clave de género y casi siempre interpretadas con un significado sexual. A pesar de que estas disquisiciones no restan un ápice a su importancia plástica, la pintora rechazó sistemáticamente lo que consideraba una interpretación errónea, como puede comprobarse en el texto que publicó en el catálogo de su exposición en la galería neoyorquina An American Place, en 1939, en el que declaraba: «Bien, he conseguido que mires lo que yo he visto y cuando te tomas el tiempo de ver realmente mi flor adjudicas todas tus propias asociaciones sobre las flores a mi flor y escribes sobre mi flor como si yo pensara y viera lo que tú piensas y ves en la flor, pero yo no lo veo»

.











Si bien es difícil obviar las connotaciones sexuales y no relacionar la imagen con los genitales femeninos, tanto este Lirio como muchas de sus flores también pueden ser interpretados como una meditación sobre la creación y sobre las transacciones entre el mundo espiritual y material. No se puede dejar de relacionar esta plasmación visual del mundo orgánico con las nociones sobre el élan vital, el impulso del que surge la vida, del filósofo francés Henri Bergson, que tanto influyeron en el círculo de Stieglitz.

Fuentes:


 https://www.wikiart.org/es/georgia-okeeffe. (Fotografía de la artista).


https://www.museothyssen.org/exposiciones                                



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