2 de abril de 2020

Un jardín para pintar. Casa Museo de Sorolla.

Una de las casas más bellas que he conocido, la de Sorolla en el corazón de Madrid, tiene un precioso jardín que el artista pintaba con frecuencia. ¡Y no me extraña!







Uno de los grandes sueños de la vida del pintor  fue unir en un solo espacio su estudio y su casa, su pintura y su familia, todo ello amparado por un bello jardín: El que ahora conocemos en el Museo Sorolla de Madrid, es la culminación de ese sueño. 

 Su jardín constituye una de las obras maestras más importantes del artista. Una selección de óleos, dibujos, esculturas, azulejos y fotografías,  nos muestran cómo el pintor concibió su jardín de artista como un espacio para la belleza, el deleite sensorial y la creación pictórica.
                 

Sorolla se inspiró para el diseño de sus estancias en los jardines andaluces que le conquistaron en sus visitas a Sevilla y Granada. Especialmente en los del Alcázar de la primera y la Alhambra de la segunda. Ambos los había pintado en repetidas ocasiones a partir de 1908 movido por su admiración. Éstos eran amplios pero estaban organizados en cuadrantes íntimos y en ellos.  
Antes había conocido otros de carácter más monumental como los de Versalles o La Granja de San Ildefonso, pero en ellos no halló los espacios de intimidad que sí ofrecen los del sur de España. La idea de los jardines pavimentados, en los que jardín y patio estaban estrechamente relacionados,  con la presencia de agua, que emita un rumor continuo generando sosiego, entra en la perspectiva del artista.



En 1920, al tiempo que pintaba en el jardín de su casa el retrato de la mujer de López de Ayala, el artista sufrió un derrame que mermó sus facultades físicas. Para el  pintor, cuyo lema era "hay que pintar deprisa porque todo se va", su debilitamiento le hizo rebajar notablemente su ritmo de pintura, aunque sí que llevó a cabo alguna.
La obra que aparece a continuación es una de las  últimas representaciones de su jardín, con una imagen que a la postre se ha interpretado como una especie de despedida. El pintor retrató su sillón de mimbre en el que solía sentarse tanto para descansar como para pintar, vacío y solitario, rodeado de la belleza de la naturaleza que encerró en sus jardines.





http://www.culturaydeporte.gob.es/msorolla/inicio.html


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